El sol parece haberse cansado de tanta elocuencia.
Sobre la loma que oculta el mar, invisible desde mi ventana, comienzan a asomarse
las nubes.
Canta un petirrojo, y en su voz imagino un deje de tristeza, de esperanzas truncadas,
de desilusión.
Se esperan lluvias para esta tarde. No durarán mucho. Uno o dos días de melancólica
belleza, de verdes y grises mezclándose en un lienzo que pintará la primavera.
Las primeras gotas sonarán a nieve, a su silencio, a su sorpresa.
Las siguientes serán algarabía, como tropel de niños al salir de clase.
Y así hasta que se vacíen las nubes, y por un instante, todo vuelva a ser sorpresa, silencio
de nieve.