martes, 27 de octubre de 2015

Si volvieras...


Si volvieras a quererme,
las mañanas serían,
otra vez,
un escenario de película.
No como ahora,
que se apagan
con sólo mirarlas.


jueves, 22 de octubre de 2015

Sol de otoño


Sol que llena de luz
esta fría mañana de otoño.
Entre las ramas del cedro,
los resquicios del alba.
El naranjo se viste
de azahares de nieve.
Las flores se asoman
al abismo del tiempo.
Como en un espejo,
me reflejo en los ocres
que adornan el sueño
de la enredadera.
Este pasar callado,
admirándolo todo,
soñándolo todo.



martes, 20 de octubre de 2015

Hoy me acordé de mi abuela


De mi abuela Teresa
apenas me acuerdo.
Sólo una imagen
plena de dulzura.

Paz y dulzura.

Y una expresión
de bondad infinita.
Yo era muy pequeño
cuando se fué.
Apenas tuve tiempo
de quererla.

jueves, 15 de octubre de 2015

Sonatas del Rosario


En mi abisal ignorancia, desconocía a Biber, y a esta maravillosa intérprete que es Lina Tur Bonet. Y la scordatura.

En esta tarde de otoño en la que me quedaría siempre, escucho esta maravilla, cierro los ojos y sueño.




martes, 13 de octubre de 2015

Otoño en Bruselas


Descansas tu apatía en el sofá,
dejando pasar la tarde, 
estéril.
Suena un disco de Luna
mientras caen lentamente
las hojas de otoño,
dibujando en el aire un mapa
de recuerdos marchitos.
Piensas en Albiac,
que soñó con la muerte
mientras contemplaba
los senderos mojados
del parque de Luxemburgo,
tan llenos de ocres, de grises,
como una novela de Maigret.
23 minutes in Brussels.
Rasga la aguja el vinilo,
ya mudo,
y dejas que tus ojos
se cierren.
Las hojas siguen cayendo.
Lluvia sin fin de sueños
dormidos.




martes, 6 de octubre de 2015

Tarde de septiembre en Zamora


El cielo, de un azul purísimo,
pesaba en Zamora esa tarde,
como pesan las piedras
que la dibujan.
Me acuerdo de tí,
altiva y serena,
paseando sus calles
bajo el sol de septiembre que,
derrotado y celoso,
fingía indiferencia.
El Duero discurría lento y callado,
como queriendo acompañar
el caminar de aquel anciano,
a quien sólo guiaba
la ausencia de destino.
Entramos en la librería
buscando a Claudio Rodríguez.
Pero no lo encontramos.
Al salir, nos envolvió de nuevo
el aroma a verano viejo,
a camino hecho,
a tiempo ido.
Y me llevó el pensamiento
muy lejos,
a un futuro feliz,
improbable,
a tu lado.







lunes, 5 de octubre de 2015

Un poema de José Luis de la Cuesta*


                          OTRA NOCHE DE RONDA


                      Acababas de contarme tu vida, 
                      todas tus dietas y todos tus novios,
                      hablaste de libros que no leeré,
                      de películas que no pienso ver,
                      de un viaje horroroso
                      que no haría ni muerto
                      (Ibiza, Formentera, en velero,
                     “de cala en cala" y su puta madre).

                      Yo pensaba en María,
                      en el mundo feliz en que ella y yo
                      habríamos sido infelices, pero juntos.

                                       José Luis de la Cuesta, Cosas que me has contado, 2015  



*Gracias a Angel Ruiz, una vez más, por el descubrimiento. Uno más.

jueves, 1 de octubre de 2015

Adenda a El ejercicio del perdón


Quiero añadir aquí el comentario de Beatriz, atinadísimo como siempre, y que suscribo absolutamente, a la entrada anterior, sin el que esta quedaría coja, si no inválida:

"Pero yo no creo, como el autor, que el perdón sea "victoria genuinamente humana" sino más bien el único rasgo, el único momento, en que el hálito de Dios se manifiesta en su criatura."

Esta es la explicación del gesto inexplicable.

El ejercicio del perdón



"El ejercicio del perdón es el regalo más sofisticado que podemos otorgarnos, y si ese ejercicio es sincero, no creo que haya una obra maestra que pueda comparársele. 

En el instante en que el corazón perdona, es decir, no odia cuando se siente inducido a odiar, no desprecia ante una violenta convocatoria al desprecio, en ese instante en que cambiamos el curso de las cosas, contra la lógica de perpetuar el dolor que parece exigirnos la naturaleza, obtenemos la única victoria genuinamente humana.

Nada en el universo, que sepamos, ningún engranaje cósmico había previsto un acto así. Como sucede con la negra actitud para la tortura, la luminosa capacidad para perdonar es nuestra. Exclusivamente nuestra. No entraba en los cálculos del Creador, del Big Bang, del Principio o de lo Que Sea o de Quien Sea que alguien como Josep Falcó depositara amapolas rojas bajo el monolito dedicado al enemigo que masacró a los suyos y al que abatió.

Si pudiéramos vivir cabalgando siempre sobre ese instante, no necesitaríamos nada más. Sería la entrega pura, el regalo perfecto. La Gran Frase se completaría, diáfana, ante nosotros. Habitaríamos en la entereza o, si queréis, en la plenitud. Quizá a esa percepción única la llamaríamos amor: así, con la vieja y gastada palabra y sin adjetivos."

                                                                   Rafael Argullol, Visión desde el fondo del mar