sábado, 24 de septiembre de 2016

Sueño traidor



Me gusta cuando me abrazas.

Cuando, sin venir a cuento,

me atacas por el pasillo.

Cuando me clavas las uñas

y me muerdes en el cuello.

Cuando me buscan tus ojos,

invadidos de deseo.

Cuando tus manos me encuentran,

una mañana temprano,

y me dejan sin aliento

tus besos apasionados.

Que me bañes en te quieros.

Que mientras duermes me sueñes,

y despierta me persigas.

Pero entonces amanece, 

y al traidor sueño abandono.

Y no soy más que un Ulises

que llega a casa vacía.

Sólo un telar olvidado

y el eco de un llanto antiguo.

Como un príncipe Bolkonsky

en las garras de la muerte,

soñando con su Natasha

y maldiciendo su suerte.

Y mi mano que te busca,

y que sólo encuentra ausencia.

Y afuera cantan los pájaros.

Y el invierno ya está cerca.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Una delicia de Ramón Gaya y Juan Ramón Jiménez


Ramón Gaya, en una carta a Guerrero Ruíz, sobre una visita suya a la casa del poeta:


"A cada momento Juan Ramón se levanta, se dirige al ventanal, me llama para enseñarme el cielo,

los cielos que pasan por allí.

-¿ Ve usted qué distinto éste del otro? Pues el más bonito de todos es el de las cinco y media - me 

dice con exactitud de jefe de ferrocarriles de los trenes sin retraso. Y pasa por delante de nosotros

un cielo rápido, lleno de vagones negros."


                           Del libro Cartas a sus amigos, Ramón Gaya, Ed. Pre-Textos





                                                              


lunes, 19 de septiembre de 2016

Haiku


                                                  Un año más,

                                                  esperando el otoño.

                                                  Y un año menos.




viernes, 9 de septiembre de 2016

Y qué se hará de los otoños sin Gracia Noriega...




Otoño y Luna llena 

Hemos entrado ya en el gran reino del otoño, tiempo de acogedoras lecturas
Entra el otoño con Luna llena: dos magias inexorables. Todos los meses hay Luna llena y todos los años hay otoño: lo mágico es que coinciden. La Luna anaranjada asciende detrás de la colina, rozando las copas de los árboles. Mi gato «Pelle» la contempla muy atento, sentado sobre las patas traseras. Está fascinado. Es un gato todavía cachorro, de grandes ojos de color de miel y grandes orejas, que descubre día a día las maravillas del mundo. Como es sabio (pues los gatos son sabios desde muy pequeños), procura no descubrirlo todo de golpe, para no darse cuenta demasiado pronto de la prosa de la vida. Pero la prosa es para otro tipo de personas, nunca para los gatos ni para los poetas, y el mundo jamás podrá ser prosaico mientras nos demos cuenta de que el otoño entre bajo la Luna llena. Y la Luna asciende alejándose de los árboles al trasluz hasta ocupar su lugar en el cielo y recobrar su color de marfil viejo. Luna, honor de la noche, exclamó, no menos fascinado, Fernando de Herrera. Aunque tratándose de la Luna y del otoño, es imprescindible acudir a Jules Laforgue:
La Lune se lève,
o route en grand rêve!
Todo está quieto en el valle a mis pies, y silencioso, y la niebla nocturna se extiende dejando ver tras sus jirones trozos de cielo. La aureola de la Luna ilumina la niebla como a un cristal opaco.
Hemos entrado ya en el gran reino del otoño, que se venía anunciando desde hace algún tiempo. El aire es más fino; la luz, dorada. Las hojas de los árboles empiezan a amarillear ligeramente por los bordes, algunas ya cayeron. Los primeros heraldos del otoño son los erizos de las castañas que ruedan por los caminos desde finales de agosto. Después empiezan a caer manzanas, dando a los caminos una nota de color. En los castaños caben varias tonalidades del verde: el verde oscuro de las hojas, el verde claro de los frutos. Ya estamos en otoño, pero todavía queda tiempo por delante para ver que «la Lune jaune de novembre luit dans le vapeur glacée des forêts». Es tiempo de acogedoras lecturas, de libros apropiados a la estación, como las monumentales y solemnes «Memorias de ultratumba» del Señor de Chateaubriand. Al atardecer se percibe un revuelo en los bosques y como mugido de vacas. No son vacas: es la berrea de los ciervos. No hace falta salir de casa para escuchar esos galanteos. Dentro de poco, los pájaros se agruparán en el cielo e iniciarán su marcha hacia el Sur. En el límite del bosque de Sorribas vemos dos corzos pastando. Se acercan jornadas de mucha actividad en la naturaleza. Como escribió Rilke:
«Señor, es tiempo. Enorme fue el verano.
Pon ya sobre el reloj de sol tu sombra
y deja suelto el viento en las llanuras».

                                                                           
                                                                                   José Ignacio Gracia Noriega


La Nueva España · 30 septiembre 2010