lunes, 22 de junio de 2015

Una tarde, en Madrid




Qué azul el cielo hoy, en Madrid.

Chueca, Barquillo adelante. Dray Martina para comer.
Y luego Recoletos, su mano en la mía, llenándoseme el alma de ilusiones, de esperanza.

Only You para mí, despertando al sueño en tus brazos, dejándome envolver por la penumbra, por la quietud de esta habitación, en esta tarde de mayo en Madrid, donde me gustaría quedarme quieto, quieto.
Siempre, siempre.




jueves, 18 de junio de 2015

Miguel Mingotes


Me acaba de llamar Miguel, alegrándome un día que se había presentado con esa tristeza habitual que últimamente me persigue.

Qué gusto oir su vozarrón amable y tierno, sus comentarios siempre atinados y humildes, siempre poéticos e inspiradores.

A mí me pasa que, cuando leo a Miguel Mingotes o hablo con él, el mundo se hace más pequeño y amable, todo es más sencillo y hermoso. Y la felicidad, la de andar por casa, esa tan simple que a veces despreciamos, que cuando la vemos ni nos damos cuenta de que es ella, se pone a crecer y se hace milagro cotidiano.

Gijón, el Gijón que me gusta, el que busco en sus calles, en su gente, en su mar, el que pinta Pelayo Ortega, el que contó Carantoña, si aún existe es porque va de la mano de Miguel, de la que, espero, no se suelte nunca.



sábado, 6 de junio de 2015

Y este sol de junio. Y las golondrinas


Darle cuerda al reloj.
Echar a andar
la mañana.
No esperar más
- ni menos tampoco-
que la felicidad de una sonrisa.
De una lectura.
De un no hacer daño
y no ser herido.
Del canto distraido
de tu hijo, pensando
en qué se yo...
De esa mirada cómplce
que siempre llega,
sin la que el día
es noche
que no termina.
Y este sol de junio.
Y las golondrinas.

martes, 2 de junio de 2015

Una tarde

No se cansa uno nunca de estas tardes de primavera, aún frescas, pero luminosas como estrella de Oriente.

Como si de un juguete nuevo se tratase, no sabemos muy bien qué hacer con ellas, si ponernos a jugar sin perder un minuto, o contemplarlas a una cierta distancia, fascinados, disfrutando de tanto como prometen.

Al final , me decido por esto último, mirando por el balcón, viendo cómo las golondrinas parten en dos el azulísimo cielo, y el pasar de las escasas nubes, reflejándose en los cristales de la casa de enfrente.