lunes, 11 de abril de 2016

Recuerdos del paraíso (II)


Tengo cuatro años.

Esta mañana, el pueblo aparece como un Castroforte de Baralla cualquiera, flotando

entre la nada.

Una nada blanca, absoluta, terrorífica y hermosa a la vez.

Sólo los balcones destacan entre el blanco de las casas y la nada.

Una nada fría, húmeda, poderosa.

El rojo de mi impermeable rompe el blanco de la nieve, como la sangre de un

pájaro abatido.

Es mi primera nevada.

Mi primer gran silencio.

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