Tengo cuatro años.
Esta mañana, el pueblo aparece como un Castroforte de Baralla cualquiera, flotando
entre la nada.
Una nada blanca, absoluta, terrorífica y hermosa a la vez.
Sólo los balcones destacan entre el blanco de las casas y la nada.
Una nada fría, húmeda, poderosa.
El rojo de mi impermeable rompe el blanco de la nieve, como la sangre de un
pájaro abatido.
Es mi primera nevada.
Mi primer gran silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario