Un golpe de silencio
dibuja esta mañana
de invierno.
Los rosales,
rendidos al frio rumor
del viento,
languidecen.
Se apaga
el canto dorado
del otoño.
Entre la niebla,
sólo asoma
el rugir lejano
de un mar gris
de plomo.
Mientras escribo,
veo caer,
como el llanto,
las últimas hojas
del roble,
deslizándose
suavemente
al abrazo del olvido,
hermosas
en su sinsentido,
como la nieve
de Cummings.
Entonces,
te asomas a la puerta,
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