Me asomo a la ventana y veo cómo, lentamente, se va encendiendo la noche.
Mientras suena un nocturno de Chopin, se duermen, perdiéndose en el crepúsculo, los contornos de este día que ya fue, y que será un recuerdo, una ilusión, un sueño.
Así esa infancia que, agazapada en los rincones, aún habita esta casa y, tímida, se asoma, cuando todos duermen, a los desvanes del tiempo.