viernes, 2 de mayo de 2014

Un poema de Jiménez Lozano



                                                                 La esfera

                                             Seńalando la esfera de la tierra,
                                             dijo el maestro: «¡Ved el mundo!
                                             Aquí estamos nosotros dando vueltas
                                             y vueltas, y vueltas, y más vueltas».
                                             Y una voz oyóse: «¡A lo tonto!»;
                                             pero era
                                             la voz del retrasado de la clase.
                                             Todos rieron, consolándose luego únicamente
                                             con que iban a tratarle pedagogos,
                                             especialistas del lenguaje y psiquiatras,
                                             sociólogos también, porque era pobre;
                                             mientras el mundo daba vueltas,
                                             vueltas y vueltas, y más vueltas:
                                             a lo tonto.


                                                                 José Jiménez Lozano

sábado, 19 de abril de 2014

Navegaciones interiores


Y como un Shanti Andía, piloto de salón en este interior norteño,  navego entre vigas de castaño en esta tarde de abril que, tras un falso verano, se ha tornado invernal, oscura y serena.

      

                                   


martes, 15 de abril de 2014

Me vale de disculpa

No me arrepiento de esas orgías de libros. Me siento como en la época de la expansión para Masa y poderTambién entonces todo sucedió por aventuras con libros. En Viena, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que no tenía en libros. En Londres, en los peores momentos, conseguía, contra viento y marea, comprar de vez en cuando libros. Nunca he aprendido nada sistemáticamente, como otra gente,sino por excitaciones súbitas. Siempre empezaban con que mi mirada caía sobre algo que tenía que poseer sea como fuera. El gesto de coger, la alegría de tirar el dinero por la ventana, el transportarlo a casa o al local más próximo, el contemplar, acariciar, hojear, el guardarlo durante muchos años, el momento de un nuevo descubrimiento cuando las cosas se ponían serias- todo esto es parte de un proceso creativo cuyos detalles secretos desconozco. Pero en mi caso nada sucede de otro modo, y por lo tanto tendré que comprar libros hasta el último instante de mi vida, sobre todo cuando sé con seguridad que nunca los leeré.
Creo que es también parte de la rebeldía contra la muerte. Nunca quiero saber qué libros entre estos se quedarán sin leer. Hasta el final no está determinado cuáles van a ser. Tengo libertad de elección, puedo elegir en cualquier momento entre todos los libros a mi alrededor, y por ello tengo en mi mano el curso de la vida.  

                                                                              Elias Canetti,  Apuntes (1973-1984)


Pues eso. Y además lo dice Canetti, así que, como disculpa, me viene al pelo. A seguir comprando libros.









martes, 8 de abril de 2014

Una paradita



Leo sobre la casa de Marguerite Duras, en el jardín, mientras escucho a los pájaros.

Neauphle-Le-Chateau.

La tarde va cayendo mientras el sol enciende las nubes.
La wisteria ha florecido.
Puedo distinguir el canto de un carbonero. También el de un mirlo. Hay otro que se me escapa.
Un petirrojo, cansado de tanta extravagancia, se arranca con una lección de clasicismo.

Ya oigo su coche. Las voces de los niños.

Como dice Karmelo Iribarren:

              "Una paradita en la felicidad, de vez en cuando, y luego a seguir camino"





miércoles, 26 de marzo de 2014

Paseos necesarios





Ayer fuimos paseando por la senda que rodea el pueblo.

Música callada era el viento pasando entre los pinos.

Nos guiaban huellas de pasos de antaño, los mismos, más ligeros entonces, y aquellas músicas de otros vientos, cuyos ecos aún resuenan en nuestros recuerdos.

Íbamos buscando momentos felices que nos va hurtando el tiempo, y mientras, creábamos otros que mañana buscaremos.

Repetimos fotos, gestos y abrazos. Risas y promesas. Muchas risas. Y miradas...

Nuestros pasos sonaban, sobre la alfombra de agujas de pino, como copos de nieve en verano.

De vez en cuando, el amor exige un escenario acorde a su grandeza, y se inventa estos bosques, estos prados, este cielo.

Ahora que veo, tras las cortinas, bailar las ramas del cedro, y que los rayos del sol de marzo me invitan al sueño, me dejo invadir por el recuerdo de su mirada indulgente, su paciente discurso, y las risas y carreras felices que hacen que el tiempo, aunque vaya pasando de manera irreparable, vuelva, como el canto de ese pájaro que ahora me arrulla, a llenarnos de música el corazón.








miércoles, 12 de marzo de 2014

Nieblas

Hoy, la mañana se nos ha presentado envuelta en nieblas.

Parece que fue hace siglos cuando las flores del cerezo nos sorprendían, un año más, en todo su esplendor.
Ahora, sólo un recuerdo, un espejismo.

Supongo que, aunque obvia y manida, nos vale como metáfora. Todo sigue allí.
Lo que subyace a la niebla, lo que trasciende a su manto de opacidad y tristeza, sigue estando allí.

Con esta intuición, con esta fe, la niebla se nos vuelve un hermoso paisaje lleno de luz, de atisbos de luz.
Como el indicio de una hermosa promesa.





                                                                                Fotografía: Bernard Plossu

jueves, 6 de marzo de 2014

Un padre, por Iris Murdoch





"Mi padre era un hombre callado, aficionado a los libros, en cierto modo el ser más apacible

que jamás haya conocido. No quiero decir que fuera apocado, aunque supongo que lo era.

 Su apacibilidad era una verdadera cualidad moral. En este momento puedo representármelo

con tal claridad, inclinándose con su perpetua sonrisa aprensiva para recoger una araña con 

un trozo de papel y arrojarla cuidadosamente por la ventana o ponerla en algún rincón de la 

casa donde nadiela molestara. Fui su camarada, su compañero de lecturas, probablemente 

la única persona con la que sostuvo jamás una conversación en serio.

Siempre sentí que estábamos en el mismo barco, compartiendo la misma aventura. 

Leíamos los mismos libros y hablábamos de ellos: libros para niños, relatos de aventuras, y 

después novelas, historia, biografías, poesía, Shakespeare. 

Disfrutábamos de nuestra recíproca compañía y estábamos ávidos de ella. Esta sí que es una

prueba: más que la devoción, la admiración, la pasión. Suspirar, y hacerlo por la compañía 

de alguien , eso es amor. Recuerdo que en un período posterior de mi vida tuve la sensación

 de que nadie había sabido jamás lo bueno que era mi padre; dudo que ni siquiera mi 

madre lo haya sabido. 

Por supuesto, amaba también a mi madre, pero en ella había un rasgo de dureza del que 

carecía mi padre. Creía en un Dios justo, y quizá esta creencia le haya servido de apoyo 

durante una vida que puede haber sido un tanto decepcionante."
                                                                                 
                                                                                    El Mar, el Mar, Iris Murdoch