martes, 8 de abril de 2014

Una paradita



Leo sobre la casa de Marguerite Duras, en el jardín, mientras escucho a los pájaros.

Neauphle-Le-Chateau.

La tarde va cayendo mientras el sol enciende las nubes.
La wisteria ha florecido.
Puedo distinguir el canto de un carbonero. También el de un mirlo. Hay otro que se me escapa.
Un petirrojo, cansado de tanta extravagancia, se arranca con una lección de clasicismo.

Ya oigo su coche. Las voces de los niños.

Como dice Karmelo Iribarren:

              "Una paradita en la felicidad, de vez en cuando, y luego a seguir camino"





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