En este día de nubes densas recuerdo la belleza de aquellas tardes oscuras de invierno,
iluminadas por débiles bombillas anaranjadas -tres o cuatro veía desde la ventana donde se
dibujaba mi universo-, que más que iluminar daban cuerpo a la noche invernal.
iluminadas por débiles bombillas anaranjadas -tres o cuatro veía desde la ventana donde se
dibujaba mi universo-, que más que iluminar daban cuerpo a la noche invernal.
Aquellas tardes llenas de tristeza por fuera, pero tan felices, tan cálidas por dentro.
La leña encendida, la radio lejana, y siempre a mi lado el ya viejo libro de animales.
Cerca del balcón, el frio de la calle se hacía notar, estiraba sus dedos.
Qué finos, entonces, los cristales.
Qué finos, entonces, los cristales.
Y qué lejos el miedo.
Jóvenes, éramos más que jóvenes. Un abrazo.
ResponderEliminarMás que jóvenes, tú lo has dicho. Qué lejos todo...
ResponderEliminar