¿Sentirme cerca?
¿Acariciarme?
¿Perderte
en el fondo
de un susurro,
en el misterio
luminoso
de una mirada?
Porque yo estoy
irremediablemente
perdido.
Perdido
como se pierden
los niños,
con el miedo
incomprensible
al abandono,
indefenso
ante tus ojos
helados.
Perdido
en el recuerdo
de tus besos,
mientras recorro
el camino
que te nombra.
Perdido
como ese globo
que flota,
como un sueño,
mar adentro,
entre gaviotas
que lo acosan
extrañadas,
displicentes,
envidiosas.
En esta tarde
de enero,
en la que el viento
golpea
mis miedos,
pondré una luz
en mi ventana
por si olvidaste
el camino.
Por si algún día,
allá lejos,
quieres cambiar
mi destino.
Dejo de escribir
y pienso
en lo que queda
de los sueños,
de esa luz
en mi ventana.
Del camino.
Del consuelo
que me ofrecen
las palabras.
Pero nada
me consuela
de tu ausencia,
de la nada
con que llenas
estas noches,
del vacío
donde duerme
tu mirada.
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