Darle cuerda al reloj.
Echar a andar
la mañana.
No esperar más
- ni menos tampoco-
que la felicidad de una sonrisa.
De una lectura.
De un no hacer daño
y no ser herido.
Del canto distraido
de tu hijo, pensando
en qué se yo...
De esa mirada cómplce
que siempre llega,
sin la que el día
es noche
que no termina.
Y este sol de junio.
Y las golondrinas.
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