Mirad qué libro más bonito.
Me lo encontré buscando alguna edición traducida (y digna) de la poesía de Robert Frost, una tarea casi tan infructuosa como ardua, y mereció la pena, pues el libro es precioso.
La autora pone la narración en boca de su hija mayor, y es una delicia, melancólica y feliz.
Siega
En la linde del bosque no había más sonido
Que el leve cuchicheo de una larga guadaña
Hablando con la tierra. No sé qué le diría.
Quizás le contaba algo sobre el calor del sol,
O quizás algo acerca de aquel vasto silencio,
Y por esto su voz no era más que susurro.
No le hablaba de un sueño nacido de los ocios,
Ni de oro regalado por algún hada o duende:
Fuera de la verdad, todo parece frágil
Para el ferviente amor que alineó gavillas,
No sin dejar algunas flores (blancas orquídeas),
Y asustó a una serpiente de un verde brillante.
El sueño más hermoso que el trabajo conoce
Son los hechos. Mi larga guadaña susurró,
Y olvidóse del heno.
Que el leve cuchicheo de una larga guadaña
Hablando con la tierra. No sé qué le diría.
Quizás le contaba algo sobre el calor del sol,
O quizás algo acerca de aquel vasto silencio,
Y por esto su voz no era más que susurro.
No le hablaba de un sueño nacido de los ocios,
Ni de oro regalado por algún hada o duende:
Fuera de la verdad, todo parece frágil
Para el ferviente amor que alineó gavillas,
No sin dejar algunas flores (blancas orquídeas),
Y asustó a una serpiente de un verde brillante.
El sueño más hermoso que el trabajo conoce
Son los hechos. Mi larga guadaña susurró,
Y olvidóse del heno.
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