La mañana del domingo se ha despertado luminosa y serena.
El mar brilla al fondo, con un azul festivo.
Desde el pueblo llegan los ecos de las campanas, llamando a la Celebración.
Mientras, en lo alto, las gaviotas, volando en círculo, parecen buscarme,
alarmadas ante la posibilidad de que no fuera consciente de tanta maravilla.
Y me lo cuentan entre chillidos.
Y me invitan a la fiesta.
Y me invitan a la fiesta.
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