lunes, 19 de diciembre de 2016

Recuerdo de un día de este año que se va



Lo que tienen estos paseos bajo las nubes, a esta hora en la que todo declina,

es una sensación de pertenencia humilde y, a la vez, de testigo único y fundamental

de la grandeza de la Creación.

A ambos lados del camino, sometidos por muros, pequeños muros de piedra, nos escoltaba

el amarillo de los rastrojos, más intenso aún bajo las nubes grises de plomo.

Dos amapolas, únicas supervivientes ya a estas alturas del año, nos acechaban inseguras, 

inciertas.

Una tizona, posada en una piedra, me trajo a la memoria aquella otra a la que cantó José 

Ignacio Foronda.

Hice un montón de fotos. Algunas, pocas, bonitas. 

A mitad de paseo, en un momento en que nos envolvió un silencio contemplativo,

ensimismado, mi hija me cogió del brazo, y así, con la sonrisa pintada, seguimos camino.




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