viernes, 9 de septiembre de 2016

Y qué se hará de los otoños sin Gracia Noriega...




Otoño y Luna llena 

Hemos entrado ya en el gran reino del otoño, tiempo de acogedoras lecturas
Entra el otoño con Luna llena: dos magias inexorables. Todos los meses hay Luna llena y todos los años hay otoño: lo mágico es que coinciden. La Luna anaranjada asciende detrás de la colina, rozando las copas de los árboles. Mi gato «Pelle» la contempla muy atento, sentado sobre las patas traseras. Está fascinado. Es un gato todavía cachorro, de grandes ojos de color de miel y grandes orejas, que descubre día a día las maravillas del mundo. Como es sabio (pues los gatos son sabios desde muy pequeños), procura no descubrirlo todo de golpe, para no darse cuenta demasiado pronto de la prosa de la vida. Pero la prosa es para otro tipo de personas, nunca para los gatos ni para los poetas, y el mundo jamás podrá ser prosaico mientras nos demos cuenta de que el otoño entre bajo la Luna llena. Y la Luna asciende alejándose de los árboles al trasluz hasta ocupar su lugar en el cielo y recobrar su color de marfil viejo. Luna, honor de la noche, exclamó, no menos fascinado, Fernando de Herrera. Aunque tratándose de la Luna y del otoño, es imprescindible acudir a Jules Laforgue:
La Lune se lève,
o route en grand rêve!
Todo está quieto en el valle a mis pies, y silencioso, y la niebla nocturna se extiende dejando ver tras sus jirones trozos de cielo. La aureola de la Luna ilumina la niebla como a un cristal opaco.
Hemos entrado ya en el gran reino del otoño, que se venía anunciando desde hace algún tiempo. El aire es más fino; la luz, dorada. Las hojas de los árboles empiezan a amarillear ligeramente por los bordes, algunas ya cayeron. Los primeros heraldos del otoño son los erizos de las castañas que ruedan por los caminos desde finales de agosto. Después empiezan a caer manzanas, dando a los caminos una nota de color. En los castaños caben varias tonalidades del verde: el verde oscuro de las hojas, el verde claro de los frutos. Ya estamos en otoño, pero todavía queda tiempo por delante para ver que «la Lune jaune de novembre luit dans le vapeur glacée des forêts». Es tiempo de acogedoras lecturas, de libros apropiados a la estación, como las monumentales y solemnes «Memorias de ultratumba» del Señor de Chateaubriand. Al atardecer se percibe un revuelo en los bosques y como mugido de vacas. No son vacas: es la berrea de los ciervos. No hace falta salir de casa para escuchar esos galanteos. Dentro de poco, los pájaros se agruparán en el cielo e iniciarán su marcha hacia el Sur. En el límite del bosque de Sorribas vemos dos corzos pastando. Se acercan jornadas de mucha actividad en la naturaleza. Como escribió Rilke:
«Señor, es tiempo. Enorme fue el verano.
Pon ya sobre el reloj de sol tu sombra
y deja suelto el viento en las llanuras».

                                                                           
                                                                                   José Ignacio Gracia Noriega


La Nueva España · 30 septiembre 2010







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