Hoy, el arroyo no canta.
Sólo un murmullo
de agua quieta,
empujando la vida.
Nada presagiaba
tu ausencia.
Ell frío cruel
de febrero, quizás.
El mes más frío, ya,
para siempre.
Pensaremos en tí
cuando nieve.
Cuando el sol de primavera
comience a calentar
la escarcha,
y arrope con su luz
los brotes del cerezo.
Cuando las humildes
flores lilas,
que tanto preferías,
vuelvan a vestir
la orilla del camino.
Y un día de estos,
como el pajarillo
que te visitaba,
golpearé en tu ventana
una vez más.
Tal vez dejes a un lado
lo que estés haciendo:
tus pinturas, tus libros, tus rosas...,
y se asome a la mañana
tu sonrisa franca, sincera,
iluminando el camino
que aún nos queda,