Entre las gotas de lluvia
que salpican la ventana
veo pasar las nubes
con prisa, dejando atrás
el verano.
El piano de Keith Jarrett
acompaña los vaivenes
de esta tarde de domingo
en la que, poco a poco,
naufragan las horas.
De vez en cuando,
un rayo de sol
atraviesa el cristal
e ilumina, tenue, la soledad
que me envuelve.
Discurren como un rio
las notas que soñó
Shostakovich,
haciendo bailar a su ritmo
luces y sombras.
Pero la música cesa.
Y la tarde se apaga.
El canto despistado
de un carbonero,
improvisado tramoyista
en este pequeño teatro,
echa el telón de la noche
sobre este día que se va,
cansado, ya en silencio.