Aún así, nos vamos con muchos regalos:
el paseo en canoa por el embalse, con mis hijos
la casa redonda de piedra, como una pariente pobre de la torre de Yeats
la fé y el recogimiento de aquellos peregrinos
los pequeños conejos en el huerto de al lado, y cómo los miraban
la lagartija rabona, en mi mano
la polilla y su vestido, como un lujoso kimono, tan oriental
los goles que me metió, y los que le paré
la niebla, que, como el mar, nunca cansa, siempre distinta
la lectura de El Hobbit, aquella noche, a los pies de su cama
Totoro, y cuánto le gustó
el paseo por el botánico, y lo que nos dijimos mi hijo y yo
los baños, las olas, la arena, las conchas, las tortugas
aquella puesta de sol, con mi hija
Y todo el amor
Y cerrar suavemente la puerta para leer y llorar suavito dando gracias a Dios por tanto regalo.
ResponderEliminarDáselas tú también por haber sido capaz de contarlo así.