martes, 17 de enero de 2012

Se ha ido Carlos Pujol


Se fue Carlos Pujol,sin hacer ruido,como había vivido,dejando un inmenso vacío de poesía y bondad.


Aquí vivió un poeta, no parece
que congeniase mucho con la vida.
Debía de soñar con cosas raras
tan fuera de su alcance, y paseó
su andar meditativo, como ausente,
por esta misma plaza que hoy sonríe
bajo el sol de otros siglos
atónitos de luz que él no verá.



Las calles de su ciudad deben estar hoy mucho más frias,mucho más tristes.





Emily Dickinson,a quien tradujo magistralmente,y que tan bellos silencios creó, le debía estar esperando.




Si supiera que vienes en otoño
daría un manotazo a este verano.
desdeñosa y sonriente,
como hacen las mujeres con las moscas.

Si te pudiera ver dentro de un año
haría doce ovillos con los meses,
guardándolos cada uno en un cajón
para no equivocarme.

Si el plazo fueran siglos
os iría contando con la mano,
restándo hasta caérseme los dedos
en la isla de Tasmania.

Si estuviera segura de vivir
los dos tras el final de esta existencia,
tiraría el vivir como una cáscara
para quedarme con la Eternidad.

Pero como no sé la duración
de esta vida intermedia,
siento el pinchazo de la Abeja Duende,
que hace daño aunque no se ve jamás.




 Se fue Carlos Pujol,silenciosamente,como pasó su obra por nosotros,como el silencio que habita un pinar,que todo lo llena.
Quiero pensar que nuestra vida se va llenando así,con pequeños silencios como el suyo.



El amor no se entiende, es demasiado
sencillo, hay que añadirle
—para disimular— devastaciones
y zozobras románticas,
me quiere, no me quiere, me querría;
confundir por sistema el amor propio
con todo el universo,
abrir mucho los ojos para así
no ver su claridad.



 Hoy,esos silencios ya no se escuchan.

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