lunes, 27 de abril de 2020
sábado, 29 de febrero de 2020
viernes, 3 de enero de 2020
Uno de enero
La temperatura ha caído
por debajo de cero.
Bajo la niebla, el mundo duerme.
Mañana de hielo.
La carretera, fría como el cristal.
El nuevo año se ha puesto
el disfraz de la melancolía.
Y está callado.
La escarcha cruje bajo mis pies,
sólo eso se oye
en la quietud del bosque.
La niebla y su silencio
envuelven
este sueño de invierno.
lunes, 23 de diciembre de 2019
El calor
Sobre una estantería, en la biblioteca, una foto mía de niño, en la vieja cocina de casa.
Era invierno, no es mucha la luz que iluminaba la escena.
Puedo sentir el calor, o lo que yo recuerdo como calor, que posiblemente no fuera tal.
En los sesenta, en una casa centenaria, de piedra, envuelta por la humedad y el frío
que sitiaban a un pueblo del norte, en invierno, no debía ser el calor un lugar común.
Este calor que la fotografía me devuelve era el disfraz que usaban la seguridad
y el amor con que me llenaban la presencia de mi abuela y de mis padres,
mis figuras de animales, algún que otro gato que se paseaba, indiferente,
por la casa, el olor de la madera encerada, la cocina de leña, el ruido de la lluvia
en el cristal...
Y qué poco queda ya, después de tantos años, de aquella llama que imaginaba eterna.
Sólo pavesas, moribundas bajo el pálpito fugaz de la memoria.
Sólo el calor de un recuerdo.
miércoles, 2 de octubre de 2019
Envejecer, según Muñoz Rojas
”Algo mellan los años en nosotros y acortan
por una parte y por otra aguzan las posibilidades
de goce o sufrimiento. Aumenta la pereza para la
relación humana, aumenta la capacidad
de aprecio para cualquier forma de hermosura
natural, aumenta la sensualidad en disfrute
del tiempo propio, haciendo algo o no haciendo nada.
La indiferencia hacia las formas de
poder, hacia las batallas de la vanidad o el orgullo,
el desprecio o quizás la ignorancia
- o defensa- ante múltiples actitudes humanas.”
Dejado ir, José Antonio Muñoz Rojas
Ed. Pre-textos
viernes, 23 de agosto de 2019
martes, 6 de agosto de 2019
Recuerdos de un día de invierno
El mar, azul oscuro, un azul de finales de verano,
un azul de nordeste.
Da igual que estemos en febrero, el nordeste es
indiferente a la estación.
Siempre dibuja el mar con el mismo estilo: un poco
cubista, un poco fauvista..., qué se yo.
Están podadas las hortensias. Los mirlos escarban
entre las pocas hojas que olvidó el otoño.
A veces piensas qué harán aquí, cuando no estás,
el mirlo, ese gato triste, las flores color violeta que
viven, humildes, apoyadas en el muro, protegidas del
nordeste.
Qué harán las hortensias, el acebo, el limonero y el
naranjo. Y la araucaria que, recién llegada,
aún no se habla con nadie.
Y piensas que venir aquí, en invierno,
de cuando en vez, al menos ha de servir para que,
en las noches tristes, cuando el romper de las olas
lo llena todo, el gato, las hortensias, las flores
y los árboles, reflejándose en los ojos que los miran,
se llenen de realidad, y dejen de sentirse,
por unas horas, tan sólo parte de un sueño.
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