viernes, 23 de agosto de 2019
martes, 6 de agosto de 2019
Recuerdos de un día de invierno
El mar, azul oscuro, un azul de finales de verano,
un azul de nordeste.
Da igual que estemos en febrero, el nordeste es
indiferente a la estación.
Siempre dibuja el mar con el mismo estilo: un poco
cubista, un poco fauvista..., qué se yo.
Están podadas las hortensias. Los mirlos escarban
entre las pocas hojas que olvidó el otoño.
A veces piensas qué harán aquí, cuando no estás,
el mirlo, ese gato triste, las flores color violeta que
viven, humildes, apoyadas en el muro, protegidas del
nordeste.
Qué harán las hortensias, el acebo, el limonero y el
naranjo. Y la araucaria que, recién llegada,
aún no se habla con nadie.
Y piensas que venir aquí, en invierno,
de cuando en vez, al menos ha de servir para que,
en las noches tristes, cuando el romper de las olas
lo llena todo, el gato, las hortensias, las flores
y los árboles, reflejándose en los ojos que los miran,
se llenen de realidad, y dejen de sentirse,
por unas horas, tan sólo parte de un sueño.
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