Hoy, la playa era nuestra.
En todas sus dimensiones, reales y soñadas.
Subía la marea.
Las gaviotas, su vuelo incierto, sobre nosotros.
La soledad del invierno, la lluvia.
Y esas huellas en la arena, desapareciendo
bajo las olas.
Una mañana de domingo,
perdida en mitad de un mes de enero
frío y gris.