Recordando aquella tarde,
el color y el olor
a tomillo y a infancia.
Me llevaste a conocer
el pais de las abejas.
Aún recuerdo la hierba
pajiza, y el zumbido
alrededor. Y tus manos,
hermosas y nobles. Sabias.
Con amor me enseñaste
la santidad del trabajo.
La paz que nos llena
cuando declina la tarde,
y todo sigue en su sitio:
las primeras estrellas,
el olor de la leña,
el canto del cárabo,
la vuelta al hogar.
Creo recordar también,
aquella tarde, un violín.
Y el canto de las ranas.
Y el eco de tu voz.
Y aquella luz moribunda,
llevándoselo todo.