El acebo está cargado de frutos,
como un árbol de Navidad
olvidado en un rincón.
Es un azul de infancia
el del mar esta tarde,
tan otoñal ya.
El viento del norte nos deja
un aire limpio y frio,
como un espejo.
Y yo sigo esperando
que todo se quede quieto,
que nada se vaya.
Y que el mar siga besando
esos pies, mientras tus ojos
miran, con ilusión,
el horizonte.