La mañana te asalta en un café vacío.
Un sol de regalo, por lo inesperado,
promete primaveras.
La camarera, vestida de negro,
lánguida y misteriosa.
Y una sonrisa tan dulce
que hace que el sol se esconda,
derrotado.
Termino el café y me marcho.
Yo también me escondo
bajo las nubes del invierno,
mientras todo lo inunda
una lluvia de realidad.