Veo cómo pasan, desde mi ventana,
las barcazas por el Keizersgrachtcanal.
Me asalta, como un pensamiento hermoso,
toda la felicidad de la ausencia.
Se oyen las voces, canciones y gritos
de unos americanos celebrando
el cuatro de julio, aquí, sobre el canal.
Con el viento llegan las campanadas
de la Westerkerk, que todo lo envuelven.
Con el viento llegan las campanadas
de la Westerkerk, que todo lo envuelven.
Tan lejos de casa, en la ciudad de Amsterdam.