miércoles, 27 de febrero de 2013

Por la orilla de mares inciertos



Es curioso que teniéndolo tan cerca de casa acaben pasando meses sin que me acerque a su orilla.

El sábado, arropado y animado por el temporal, me di un paseo, y allí, entre frios rociones y el rugir de las olas, con la fantasía de nortes, tormentas y acantilados al más puro estilo Castroviejo, aproveché para sacar alguna foto.






Lo curioso es que, al día siguiente,  me sorprendí al encontrarme con una exposición en que se veía una imagen tomada a escasos metros de donde tomé la mia.





Aquí, el Castroviejo marinero deja paso al Castroviejo de Altura.

Me dio un vuelco al corazón imaginar el eco de los disparos fundiéndose con el chillido de las gaviotas, el rumor de las olas, la tibia caricia de un sol de verano que de seguro bañaba el paseo en esos momentos...

Está claro que el asombro de la belleza se nos puede presentar en medio de la mayor de las tormentas, pero nos cuesta más imaginar que todo el horror de una guerra se pueda dar en un día tan hermoso, en un lugar tan cotidiano.

A las mayores atrocidades los "marcos incomparables" les son indiferentes.




jueves, 7 de febrero de 2013

Tras leer un artículo* de E. García-Máiquez

En mitad de la tormenta de nieves, vientos y frios que nos acosa, hoy, a modo de feliz metáfora, ha comenzado a florecer el romero, ya apuntan con su blanco marfileño las primeras calas,  y la camelia, aún convaleciente, se ha cubierto de incipientes flores.

Son atisbos, evidencias, de la permanencia en lo cotidiano de la verdad y de la belleza.





    *(Aquí, el artículo)